sábado, 29 de enero de 2011
Cólera en Venezuela
La última semana de enero nos sorprende el anuncio de las autoridades de salud del gobierno Bolivariano de un nuevo brote de cólera, cuyos últimos registros de enfermos datan del año 1994. Quienes conocemos de los avances de salud en la revolución Bolivariana y el alto grado de cobertura de potabilización del agua y abastecimiento de alimentos, nos produjo desconcierto la noticia. Es cierto que producto de las desgracias climáticas, hay más 120 mil refugiados desde más de 2 meses, en Caracas y otras ciudades del país. Pero no es menos cierto el extremo cuidado del gobierno revolucionario para con los damnificados, muchos de los cuales están en refugio en los propios ministerios y hasta en Miraflores, recibiendo abrigo, agua potable, alimentos, salud, apoyo escolar y recreativo y sobre todo amor y solidaridad del pueblo y de los pueblos amigos. Todos, el gobierno, las fuerzas armadas, las organizaciones populares y con el presidente Chávez a la cabeza, estamos abocados a los cambios sociales para enfrentar de fondo la problemática de la vivienda, a construir el socialismo de lo concreto, a trabajar sin descanso para dar la mayor suma de felicidad al pueblo. De esta manera, a pesar de los agoreros y en la irracional oposición a las leyes habilitantes necesarias para enfrentar la emergencia, la primera de ellas ha sido precisamente la ley de los refugios, que obligan a las mínimas condiciones de las mismas y carácter de derecho humano estos albergues transitorios. El año nuevo encuentra al pueblo y gobierno revolucionario trabajando duro contra la contingencia, recuperando tierras, reconstruyendo puentes, carreteras, dignidad y derechos del pueblo. Mientras tantos algunos están de pachanga.
El cólera siempre ha sido vinculado a grandes desplazamientos humanos y/o catástrofes. Recientes epidemias devastadoras como las de Rwanda en 1994, produjeron al menos 48000 casos y alrededor de 23800 muertes en intervalo de 1 mes en los campamentos de refugiados en el Congo y los reportes de la OMS en 2001 consignaban 41 brotes de cólera en 28 países. Más cerca, producto de la catástrofe social en el hermano país de Haití, se han reportado más de 200 mil casos y 4 mil muertos. La presencia de los equipos de brigadistas bolivarianos y especialmente los más de mil médicos cubanos que hacen presencia junto al pueblo Haitiano, han sido contrapeso de la presencia militar gringa y de las fuerzas de “paz” de la ONU conocidos como “cascos azules”. Precisamente, ya ha sido denunciada profusamente la responsabilidad de estas fuerzas por el ingreso y dispersión del vibrión cólera en la isla. A lo largo de la historia, poblaciones de todo el mundo se han visto afectadas esporádicamente por brotes devastadores de cólera. Hipócrates (460-377 AC) y Galeno (129-216 DC) ya describieron una enfermedad que probablemente era cólera, y hay muchos indicios de que los habitantes de las llanuras del Río Ganges conocían ya en la antigüedad una enfermedad similar al cólera. Pero esta historia de grandes pandemias tomó auge el siglo XVIII y fue expandiéndose desde Asia, Europa, África y en la Américas en la década del 90 del siglo XX, acompañando los peregrinajes de masas humanas a la meca, las devastaciones de las grandes guerras, las largas travesías de los barcos piratas en su ansias de conquista con sus secuelas de hambre, desnutrición y muerte por el mundo. Por ello los grandes desplazamientos humanos, las catástrofes masivas y las condiciones sociales favorables son la condición para la expansión de la enfermedad entre humanos, con transmisión oro-fecal del vibrión cólera, por contaminación de las aguas y alimentos y la expansión por las excretas. Y ésta no es la condición actual de la Venezuela Bolivariana en pleno desarrollo de una revolución socialista. Y esto muy a pesar de los del predicamento de la derecha y sus medios burgueses prestos a encontrarle un flanco débil a la revolución.
Desde el mismo momento que la Ministra de Participación Popular para la Salud Dra. Eugenia Sader hace el anuncio de la detección de los primeros casos confirmados de enfermos con cólera, lo hace anunciando que el brote provenía de Republica Dominicana donde habían concurrido entre 400 y 500 venezolanos, y no precisamente haciendo trabajo voluntario en la isla. Todos ellos habían concurrido a una fiesta de casamiento el día 23 de enero y degustado unas sabrosas langostas provenientes de mar Caribe. En apenas cuatro días las autoridades de salud habían identificado la fuente del contagio y ya contaba con la lista completa de los asistentes a la fiestita y el propio Chávez anuncia el cerco epidemiológico para evitar que el brote focalizado se convierta en epidemia. Con la lista de asistentes y los correos electrónicos en mano, ya se han localizado 37 enfermos y tratados un poco más de 120 infectados para evitar los contagios. Desde el anuncio oficial ha sido notable el silencio de los medios de la burguesía, que solo se limitaron a reproducir los comunicados y recomendaciones oficiales, como evitando sacar sus trapitos al sol de los suyos. Pero la impudicia se expandió como epidemia en lo que llaman las “redes sociales” escuálidas, donde se expresan airadamente los que niegan haber estado en el bacanal, los que se jactan de haber estado, los que se acusan que otros de haber estado y hasta los despechados por no haber invitados. La familia Cisneros, una de las mayores fortunas privadas de Venezuela, emitió un comunicado negando que el ágape se haya realizado en su mansión en Republica Dominicana, conocida como La Romana. Sin duda esta actitud obscena de la derecha disputándose la autoría del hecho, en nada colabora en la responsabilidad social de los afectados para sus conciudadanos, ante la convocatoria abierta y prudente de las autoridades de salud, convocando a todos los afectados a concurrir a los centro de salud, la mayoría de ellos provenientes de zonas ricas de Caracas. Hasta ahora no se visto una actitud desprendida ni solidaria de los afectados, solo intriga y egoísmo, y no faltará quienes acusen al réegimen de cuanta desgracia afecte al pueblo, aunque ese pueblo no haya sido invitado a su fiestita.
Rodolfo Carballo