miércoles, 22 de septiembre de 2010
Venezuela
Una elección que atañe a todos
Por: Luis Bilbao
Cada latinoamericano consciente debería seguir de cerca el proceso electoral que culminará el próximo domingo 26 en Venezuela.
Institucionalmente se elegirán 165 diputados a la Asamblea Nacional. La verdadera elección es otra: qué caminos seguirá la revolución en América Latina.
Valga la palabra, ya que transcurre el Bicentenario y tantas personalidades se animan a pronunciar su nombre en vano.
En la acepción más simple, revolución significa "giro o vuelta que da una pieza sobre su eje". Incluso ajustándose a esta definición, está a la vista que el mundo ha ingresado en una era en la que todo se dará vuelta. Eso: un giro de campana tras el cual lo que hoy está arriba estará mañana debajo; y seguirá girando hasta encontrar un nuevo punto de equilibrio. La forma, el signo y el desenlace de ese vuelco, el punto de partida para toda una era histórica al cabo del giro, está en discusión. Su advenimiento inexorable no.
El sistema capitalista ya expuso todos los síntomas de su agonía. En los dos últimos años hay 50 millones más de desocupados en los países del primer mundo. En Estados Unidos, emporio del capitalismo, el número de pobres supera los 44 millones y crece día a día, al ritmo descontrolado del desempleo.
Como autómatas cumpliendo una programación que envara sus pasos, en nuestros países los políticos de la burguesía simulan no ver esa realidad. Un buen número de ellos, acaso no la ven e ingenuamente creen que mientras el capital imperialista cae... ellos pueden ocupar su lugar. Claro que
"el ojo no es
ojo porque lo veas
es ojo
porque te ve"
En su enajenación, los defensores del statu quo pueden desestimar la crisis estructural del sistema mundial y continuar con juegos de engaño y manipulación. Pueden seguir desconociendo el significado de la caída imparable del dólar; la constante inyección de montañas de dinero ficticio para enlentecer la marcha hacia la depresión. Como sea, el ojo los ve; la crisis los incluye. Y si en esta primera fase se contenta con hacer de ellos monigotes patéticos, seres insustanciales que transforman incluso sus talentos y mejores valores en espejitos de colores, en la próxima sencillamente los pondrá contra la pared. Sin tregua ni piedad.
La Revolución Bolivariana
Es entonces un axioma: la crisis en curso provocará más y más revoluciones. El centro motor de esa dinámica está en las metrópolis imperiales; la respuesta más articulada, en América Latina. Contrariando todo precedente histórico y las teorías en ellos fundadas, la Revolución Bolivariana ha producido cambios sistémicos de manera pacífica. No es que no haya habido centenares de campesinos asesinados por sicarios de los terratenientes, ni que pueda soslayarse el crimen del golpe de Estado en abril de 2002 y otros muchos actos desesperados de la burguesía. Pero no hubo guerra. No hubo insurrección violenta de las masas y aniquilamiento militar del enemigo, es decir, de los dueños del capital y sus instituciones.
Esa omisión ocurrió por decisión estratégica. Hugo Chávez ha reiterado que "ésta es una revolución pacífica; pero no desarmada". En incontables oportunidades estuvo planteada la necesidad de cortar por lo sano. Y hacerlo fue siempre una posibilidad objetiva, porque el comando revolucionario no sólo cuenta con el grueso hoy inequívocamente hegemónico de la fuerza armada: también está respaldado por un pueblo en pie de lucha y una masiva milicia popular dispuesta a empuñar las armas.
Cuando Chávez, apelando a sus sentimientos religiosos, dice refiriéndose a sus enemigos: "Dios, perdónalos, no saben lo que hacen", no escenifica un gesto hipócrita, dictado por algún asesor de imagen. Describe exactamente la realidad: los burgueses y quienes los acompañan en Venezuela -pero también quienes replican su conducta en toda América Latina- realmente no saben lo que hacen. No tienen conciencia de que si circunstancialmente lograran obturar la marcha actual de la revolución, serían arrasados por incontrolables fuerzas hasta ahora encauzadas mediante las instituciones de la V República y la conducción política de Chávez.
Sería la guerra. Dado el cuadro mundial y regional, el colapso de la economía global, la absoluta fragilidad de las instituciones burguesas en América Latina, esa guerra no se limitaría en modo alguno a Venezuela. No hay en la región un solo país que pudiera sustraerse a esa vorágine.
Más aún: las burguesías serían derrotadas. A un costo inconmensurable en sufrimiento humano y destrucción económica, comenzaría la construirse una sociedad nueva.
Tempo y transición socialista
La Revolución Bolivariana ha dado pasos cruciales en su transcrecimiento; en términos ideológicos, en transformaciones económicas y sociales, en fortalecimiento político. Apoyada inicialmente en "el árbol de las tres raíces" (Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora), adoptó sucesivamente una definición antimperialista y anticapitalista, hasta definir su estrategia socialista, diferenciada con un aditamento de formidable efecto en las masas y sus vanguardias genuinas: "del siglo XXI". Así, la conducción política venezolana avanza paso a paso en la asunción de la teoría científica para la transformación social.
A partir de allí el mundo tuvo nuevamente un horizonte no capitalista. Y comenzó a producirse una transformación geopolítica que tiene su expresión visible en el Alba, pero se multiplica mediante hilos invisibles en cada país del planeta. Tal realineamiento e inicio de recomposición, de dimensiones históricas, reposa políticamente sobre un proceso que recién comienza: Venezuela continúa siendo un país capitalista. Las conquistas en pos del socialismo no han dado lugar aún a una transformación cualitativa en las esferas más altas del ordenamiento económico e institucional, mientras que esa metamorfosis sí se ha producido, o está a punto de hacerlo, en instancias básicas como las comunas. La equiparación de estos fenómenos bullentes, el ensamble entre estructura y superestructura y la aceleración sistemática en la transformación de ambas, o bien es encauzada mediante la adecuación institucional de la institucionalidad vigente, o bien tomará el rumbo de colisión de una con la otra. Las relaciones de fuerzas objetivas en Venezuela, con larga hegemonía de la revolución, no dejan sombra de duda sobre el resultado de esa eventual confrontación.
Pero el movimiento opositor no está determinado por esa relación de fuerzas internas, sino por la necesidad estratégica de Estados Unidos. El capital imperialista sólo tiene una chance de evitar a tiempo que un nuevo bloque político y social le levante un muro infranqueable a escala mundial, capaz no sólo de acabar con su hegemonía sino incluso de amarrarle las manos y evitar la guerra, doblegándolo antes de que las 500 familias que controlan el mundo puedan echar mano de su único recurso incontestable: la supremacía atómica.
Es una cuestión de tempo. Aquella única chance consiste en actuar ahora mismo. Se trata de evitar la consolidación interna, frenar el Alba y revertir la dinámica de convergencia suramericana, incluso en su mínima expresión, como necesidad de burguesías acosadas.
Por eso lanza a la oposición venezolana a una carrera suicida. Así se explica la encarnizada campaña, sin precedentes en la historia política, de ataque mediático mundial contra Chávez y la Revolución Bolivariana. Allí está también la explicación del frustrado intento de lanzar a Colombia, algunas semanas atrás, a una guerra contra Venezuela.
Ese despliegue táctico mantiene dos objetivos: uno, quebrar la cohesión interna de las fuerzas armadas, debilitar la confianza de las masas en su conducción, atemorizar a la población y, a partir de allí, en la variante óptima desatar una guerra con Colombia para lanzar al ataque a comandos internos basados en paramilitares colombianos (hay unos 14 mil de ellos en territorio venezolano, hasta ahora utilizados para multiplicar la delincuencia y la inseguridad social), y en la variante mínima ganar espacio electoral para la oposición; el otro, preparar a la opinión pública internacional para alegar fraude, desconocer el resultado electoral y reintentar la desestabilización interna con respaldo de la telaraña mediática mundial. Como se sabe, el primer objetivo falló. Resta ahora el segundo.
Campaña electoral
Así se llega a las vísperas 26 de septiembre. El hecho nuevo, relevante, es que a diferencia de las campañas electorales conocidas en cualquier país capitalista, el Partido Socialista Unido de Venezuela dio lugar a un fenómeno político por completo distinto en la rutina de conseguir votos. En las ediciones de julio y septiembre de América XXI (www.americaxxi.com.ve) ese fenómeno ha sido descripto en detalle. Vale repetir que, como punto de partida, los candidatos a diputados por el Psuv fueron nominados primero y elegidos después por las bases del partido, en un proceso de tres meses que movilizó a por lo menos 5 de los casi 8 millones de afiliados al Psuv. Después, con el inicio de la campaña formal el 25 de agosto, 1.830.150 militantes organizados en Patrullas y Unidades de Batalla se desplegaron por todo el país, casa por casa, cara a cara con cada ciudadano de toda condición y ubicación política, con la consigna 1 x 10 (cada patrullero se comprometió a discutir con 10 electores). Pero no lo hicieron para pedir el voto a favor de tal o cual candidato, sino para explicar la diferencia entre socialismo y capitalismo y la necesidad de garantizar una mayoría abrumadora en la Asamblea Nacional, a fin de continuar pacífica e institucionalmente con la transición socialista.
Acompañado por algunas de las figuras más prestigiadas de su gobierno, también desplegadas en toda la geografía venezolana, Chávez recorrió el país y habló hasta batir su propia marca, en un esfuerzo excepcional por explicar el significado trascendental de esta elección. Mientras tanto, la oposición reunida en la MUD (Mesa de Unidad Democrática) también superó su propia marca: como no confía en el efecto de su propaganda en los medios que controla -el 80% del total nacional- puso su propaganda electoral... en CNN.
Al cabo de este proceso, horas antes de la medición de fuerzas ante las máquinas electrónicas de votación, la casi totalidad de las consultoras locales y extranjeras dan como vencedor al Psuv. La disputa se limita a la magnitud de la victoria.
Los estrategas del Departamento de Estado sufrirán una derrota más. Pero persistirán, sin duda. Para eso han emplazado 19 bases militares en el hemisferio sur del continente. Gobernar o afirmar una oposición, elaborar propuestas, realizar campañas, defender candidatos, sólo será posible de ahora en más asumiendo las dos caras de esa realidad: una nueva victoria de la revolución y la réplica imperialista.