lunes, 25 de octubre de 2010
sábado 23 de octubre de 2010
LA IDENTIDAD DEL VENEZOLANO
Luis Britto Garcia
La personalidad es la suma del temperamento innato y del carácter que la acción social forja sobre él. No hay rasgos sicológicos innatos que definan y distingan a grupos humanos. Nuestra identidad es la personalidad básica, la compleja decantación de rasgos culturales que compartimos como resultado del devenir histórico.
TEMPERAMENTO
Sin embargo, nuestra identidad es imaginada más como destino que como aprendizaje. Asumimos como signo de inteligencia una viveza que raramente pasa de ingenuidad. Nos creemos extrovertidos, aunque las pruebas sicológicas reflejan equilibrio entre extroversión e introversión. Se condena nuestra violencia, sin recordar que ha sido más padecida que ejercida. La alta tasa de alcoholismo, la verbosidad, el papel preponderante de la madre en la familia tientan a acreditarnos una fijación en la oralidad, que por no demostrada no pasa de sugerencia.
CARÁCTER
Nuestro carácter resulta de la compleja interacción de necesidades, creencias, valores, actitudes, motivaciones y conductas. Un régimen social, económico y político de extrema desigualdad ha determinado carencias graves en la satisfacción de necesidades básicas. Para nuestras mayorías la difícil satisfacción de ellas es condicionante fundamental.
CREENCIAS
Creemos en una compleja amalgama de mitos aborígenes, africanos y europeos en apretado sincretismo. Nuestra religión es terrenal, sociable y festiva; somos creyentes pero poco practicantes. Damos tanto crédito a la intuición como a la razón¬. Veneramos el adelanto técnico al punto de adoptarlo en forma acrítica. Durante siglos se nos ha querido imbuir una autoimagen negativa. Y sin embargo nos consideramos uno de los pueblos más felices del mundo.
VALORES
Se nos acusa de falta de valores, a pesar de nuestra evidente lealtad hacia los vínculos de la amistad, la familia y los afectos. En un vasto estudio sobre diversos aspectos de la población venezolana realizado a principios de los años sesenta del pasado siglo, el Centro de Estudios para el Desarrollo (CENDES) incluyó un cuestionario para obtener información sobre los elogios que más preferían diversos grupos de venezolanos (Cendes: Estudio de Conflicto y consenso). Maritza Montero sintetiza los resultados en el capítulo sobre “Valores y motivaciones sociales” del Manual de Sicología Social (119-125). La mayoría de los grupos encuestados prefiere como elogios ser considerados como persona “muy capaz” o “muy culta”. De hecho, 14 grupos prefieren el primero sobre cualquier otro, y 13 el segundo. La elección de uno de dichos elogios en primer término casi siempre está acompañada del otro en segundo lugar (ello pasa en 25 casos). A pesar de que los encuestados están constituidos por grupos diferentes de personas cuyo peso en la demografía del país es muy diverso, la concordancia de los resultados es en nuestro concepto significativa. También es interesante la relativa unanimidad en torno a los elogios que menos gustan. Literalmente todos los grupos encuestados califican como el elogio menos deseado el de “nacido para mandar”. En total 21 grupos consideran el “ser persona muy valiosa” como el segundo entre los calificativos más rechazados, 7 se pronuncian por “ser muy religioso” y 2 por “ser muy simple”. A pesar de las reservas ya señaladas sobre la diferente composición y representatividad de las muestras, la coincidencia es de nuevo significativa. La sostenida preferencia por el elogio “ser persona muy capaz” desautoriza las atribuciones.
José María Cadenas aplicó el test sobre valores de Rokeach a una muestra de 677 jóvenes, y encontró la siguiente jerarquía de valores: Autorrealización, Amistad sincera, Seguridad familiar, Felicidad, Libertad, Igualdad, Armonía interior, Respeto por sí mismo, Un mundo en paz, Sabiduría, Amor maduro, Prosperidad, Reconocimiento social, Una vida llena de emociones, Placer, Belleza, Seguridad nacional, Salvación. Lo más opuesto a las abyectas atribuciones de salvajismo, tribalismo y anarquía que nos endilga el racismo ordinario.
ACTITUDES
Según Hollander, actitudes son estados motivacionales perceptuales sobre lo que se espera y se desea, que dirigen la acción. La historiografía positivista de Cañizales ha esgrimido contra nosotros las acusaciones de “ausencia de jerarquía” e “indisciplina”; la de Mariano Picón Salas, de “hosca guazábara”, la de Ramón J. Velásquez, de “poder arbitrario”. Pero somos raigalmente igualitarios, quizá por herencia indígena y africana. No creemos en abolengo, jerarquía ni casta. El único rango que respetamos es el de la destreza personal demostrada.
MOTIVACIONES
Según MClellan, nuestra primera motivación sería el Poder, la segunda la Pertenencia a Grupos, la tercera la Autorrealización. Lo infiere analizando el contenido de los medios, no nuestros actos.
CONDUCTAS
Somos tolerantes y no discriminadores, como lo demuestran nuestro mestizaje y nuestra solidaria hospitalidad hacia inmigrantes y exiliados. Un lavado de cerebro nos incita demoledoramente al consumo, pero no somos posesivos sino dadivosos. No somos esclavos del tiempo: ni del pasado ni del futuro. Amamos lo nuevo. Hemos experimentado los más vertiginosos cambios sin dejar de ser los mismos. Somos un enigma indescrifrable.