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desde Cumaná

jueves, 11 de marzo de 2010

Un pais rentista

Roberto Hernández Wohnsiedler

La renta petrolera ha determinado durante un siglo la economía, la política y la organización social de Venezuela. La clase latifundista fue la mejor aliada de las empresas, con predominio yanqui, en las concesiones otorgadas en las condiciones más beneficiosas para el capital extranjero. Miguel Otero Silva lo expresó en uno de sus poemas revolucionarios: "¡Rugen las máquinas yanquis! ¡Grita el ingeniero yanqui!/Suda, suda, suda el hombre venezolano/Por los tubos relucientes/se va cantando el aceite/la canción del que no vuelve".
El petróleo lo ha decidido todo y el campo perdió significación. Al interior se fue formando una burguesía, simple intermediaria del capital dominante, que se enriquecía succionando los dineros del Estado, cuyos personeros estaban al servicio del imperialismo. La corrupción, los contratos a costos elevados y los créditos que en buena parte no se cancelaban, fueron los mecanismos de acumulación de esa burguesía, la cual era, por supuesto, incapaz de un programa de desarrollo independiente y de una dirección política propia. Agreguemos la competencia entre los capitales imperialistas por la hegemonía en el negocio y el gobierno.
El pueblo (clase obrera, campesinado y capas medias) cargó sobre sus hombros aquella inicua explotación y, por eso, las dictaduras, a veces disfrazadas de democracias, fueron indispensables para mantener la dominación y reprimir la resistencia popular, armada o no, que nunca cesó en 100 años. Esta es la historia de la lucha de clases en el país de la renta petrolera.
La larga lucha del pueblo venezolano culmina con la Revolución Socialista Bolivariana. Los campos están deslindados, el enemigo es poderoso y queda un largo camino por recorrer; pero el gobierno está con el pueblo, la renta petrolera al servicio de las clases postergadas y, a su lado, las fuerzas decisivas: masas populares y Fuerza Armada. La revolución sintetiza las fuerzas acumuladas de la historia y su estrategia es unir las fuerzas sociales que impulsan el cambio y manejar las contradicciones en las clases contrarrevolucionarias. Ampliar el campo amigo y reducir el campo enemigo es la estrategia que nos enseñan las experiencias triunfantes. En el escenario tanto nacional como internacional. Una sabia conducción de la lucha de clases nos hace invencibles.